Un gran desafío para los que trabajan en forma independiente es definir
el precio de sus servicios. Identificar los elementos fundamentales por
considerar es el primer paso.
¿Cuánto le cobro a mi cliente? Es un interrogante habitual para
todos aquellos que ejercen su profesión de manera independiente. Aunque
se trate de profesiones que nada tengan que ver con cuestiones
económico-financieras, será un tiempo bien invertido el que dediquemos
a analizar las decisiones de precios, ya que son la clave de la
viabilidad económica de la actividad.
Cuando pensamos en precios, uno de los primeros conceptos que vienen
a la mente son los costos. ¿Cómo calcular los costos cuando su
principal componente es nuestro propio tiempo de trabajo? En este caso
es un costo implícito, conocido como "costo de oportunidad", que puede
ser estimado de manera indirecta.
Pero si en lugar de trabajar de manera independiente decidiéramos
iniciar una carrera laboral en relación de dependencia, ¿cuál sería el
mejor sueldo al que podríamos aspirar? Dividiendo este sueldo en
relación de dependencia por la cantidad de horas promedio que puedo
llegar a facturar en un mes, trabajando de manera independiente,
obtengo de esta manera una buena estimación del costo por hora de mi
tiempo de trabajo. Después, a este resultado se le suman los gastos
directos propios de la profesión (matrícula, oficina, viáticos,
etcétera).
Sin embargo, el costo es sólo el comienzo, ya que marca un piso para
mis pretensiones económicas. Luego entran en consideración dos factores
externos de gran peso: clientes y competidores.
En el caso de los clientes, no todos los potenciales consumidores
son iguales. Esto representa una oportunidad para la política de
precios, ya que existe la posibilidad de segmentar el mercado.
Así, pueden ofrecerse diferentes paquetes de servicios a distintos
precios, o incluso el mismo servicio a diferentes precios, si logramos
definir adecuadamente las condiciones que debe cumplir cada cliente
para acceder a cada precio.
Por ejemplo existen profesionales que realizan descuentos sobre sus
honorarios habituales en el caso de la atención a jubilados. El
servicio que reciben los jubilados es exactamente el mismo, pero el
hecho de pertenecer a un segmento de menor poder adquisitivo, les
permite acceder al descuento. La lógica aplicada en este caso es que a
los honorarios habituales, gran parte de los jubilados no contratarían
el servicio.
Los competidores son otro factor para tener en cuenta en las
decisiones de precios. Por lo general no estamos solos en el mercado.
Una de las claves es evitar la tentación de atraer clientes sólo
mediante precios bajos. Esta estrategia es muy riesgosa, ya que las
decisiones de precios, como no requieren inversión alguna y son
relativamente fáciles de implementar, pueden ser rápidamente igualadas
por los competidores. Otra consecuencia será el efecto sobre la
percepción de calidad de nuestros servicios profesionales. En muchos
casos, un precio bajo podría asociarse a un servicio de calidad
inferior, con las consecuencias negativas que esto representa.
Considerando simultánea e integradamente estas tres variables clave:
costos, clientes y competidores, se podrán evaluar adecuadamente las
opciones más convenientes para definir el precio por cobrar por
nuestros servicios.
Ariel Baños
Para LA NACION
Economista especializado en estrategias de precios. Presidente y fundador de www.fijaciondeprecios.com
Contadora Publica. Consultora especializada en Mejora de Procesos y Analisis de Rentabilidad Pymes Auditora Interna y Externa Pymes Perito Contador fueros (Comercial-Civil-Contencioso Administrativo-Laboral)
Mostrando entradas con la etiqueta la nacion.com.ar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta la nacion.com.ar. Mostrar todas las entradas
Suscribirse a:
Entradas (Atom)